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Pekín - Beijing: Extensión de una frontera

Es recurrente que el imaginario fotográfico de China todavía se asocie con imágenes mediáticas de cierta estética oriental, propagada, en América Latina, por comercios y medios de comunicación; aquella China que encanta con un paisaje de ensueño, ilusión mística y decoraciones perfectamente geométricas. Sin embargo, “Pekín” de Fernando Rosa, se libera radicalmente de aquel turístico archivo, el lugar común que encierra un extracto del país en un prototipo de belleza dónde nada y todo ocurre siempre en orden. Esta exposición nos relata una escapatoria al sueño exótico de China; deshojando, fotografía por fotografía, la estricta literatura visual de aquella lejana frontera prototípica.

Fernando Rosa nos entrega esta particular visión de “Pekín”, una resistencia análoga, fría y explícita, a favor del acontecer cotidiano de la urbe y otros rincones. En la captura del movimiento, el fotógrafo parece proponer cierta universalidad del acontecimiento; mientras exista movimiento humano citadino, la distancia geográfica es prácticamente invisible. Mirando desde la lejanía que nos corresponde como espectadores, el choque de autos, la salida de un estadio, su juego de fútbol o una calle de transeúntes que dan la espalda, nos inquieta con su inesperada familiaridad inmediata, dejándonos con un sabor a absoluto que derrumba la expectativa de la imagen oriental. Esa es la importancia del formato en panorámica; la extensión de una frontera geométrica que es capaz de prolongarse indivisiblemente hasta alcanzar el perímetro de nuestra mirada. La ambigüedad familiar nos podría sugerir que, quizás, donde habite el ser humano, la población física se adecua de igual manera a todos los cuerpos y que cualquier clase de diferencia no existe en otro sitio mas que en la imaginación de un espectador extranjero.

Sin embargo, hay una pequeña fractura en ésta lógica, aquella que se vislumbra en las imágenes en dónde la presencia humana es olvidada o levemente vislumbrada, en donde la soledad del espacio habla por si misma.  Al parecer, es la arquitectura en plenitud, o los vestigios de ésta, aquel espacio físico que sirve como residencia de la memoria, lo cual lleva al espectador a preguntarse quién o qué guarda la historia identitaria de un lugar, serán sus participantes, quienes llevan en sí la acción viva de un pueblo, o será el lugar que en su estructura atrapa y se afecta, como una fotografía, el paso de los transeúntes. Sea cual sea la respuesta, sea más profunda la capa que la fractura, la exposición nos invita a revisar una mirada inquieta del nuevo registro en serie de Fernando Rosa, el cual nos hará preguntarnos si es que realmente es necesario establecer un aquí y un allá práctico, o si tan sólo es necesario para nuestra fantasía individual que nos permite gozar un lugar tan lejano, pero cada vez más cerca, como Pekín.

 

 

Gabriel Nicolás Larenas Rosa

 

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